jueves, 27 de marzo de 2014

YA SÉ HACER TU PUCHERO

Hoy me he levantado a medio gas. Lo achaco al puñetero frio de Madrid que no nos deja desabrigarnos. Estoy hartito de tanto frio, joder. Como escuche a alguien quejarse de “la calor” en meses venideros, salto a la yugular. El Sol, los colores, la calle, la piel morena, las ganas de hacer planes, viajar sin mirar el tiempo… Anda que no!!!
El ir a medio gas no es propio de personas como yo. Es el hábito de la mediocridad. Y qué implica ir con esas indecisiones? Pues la desidia, la falta de implicación, el desánimo, la incertidumbre, la tristeza, la cobardía, la duda… Permitidme la expresión: “un mojón pa mi”. Yo no soy asi.
Qué he hecho para cambiar el ritmo? He llamado a mi Madre. La que sabe con exactitud en qué latitud y longitud se encuentra el Kilimanjaro. Si la montaña de Tanzania formada por tres volcanes inactivos, esa misma. Y nada mas oírme dos frases, como adivina que es también, me dice: “Te pasa algo?”. Son la pera, eh? Las Madres son esas pluriempleadas que en sus ratos libres deben de estudiar el comportamiento humano, porque rara vez se equivocan. Esas que se inmiscuyen en nuestros adentros tan de puntillas que, cual resonancia magnética, obtienen un resultado escaneado de nuestros sentimientos sin darnos cuenta. Bendito papel les asignaste, Dios. Claro, nos llevaron dentro.
Después de mentirle con alevosía, por aquello de no preocuparla, he mascullado un “estoy cansado”. Inmediatamente aparece la Madre Psicóloga, que en ocasiones parece emparentada con el mismísimo Sigmund Freud. Y me ha dicho: “Que vas a comer hoy?” Como ella sabe que me gusta cocinar y me relaja ha tirado por ahí, “la joia”. Tenía avíos para puchero pero nunca lo hice. Y me dice ipso facto: “Coge una olla, lavas las verduras y pon debajo del grifo las carnes y los huesos…” ha perdido un minuto de su tiempo en llevarme la mente a otro lado, fuera del medio gas.
Mi casa de Madrid huele ahora mismo a mi casa de Sevilla: A puchero de mi Madre. Como no puedo abrir las ventanas por el frio, y al vivir en un apartamento para una persona, debido al vapor de la olla express, me ha invadido una neblina parecida y propia a la de Londres. Mientras escribo percibo los rayos de Sol por la ventana. Imagino que mi Madre habrá hablado con el instituto de meteorología para que aparten las nubes de Madrid y esto tenga el color de la Toscana en Primavera. Estas señoras son Mágicas, pero de verdad.
Ahora tendré que llamarla y decirle que después de hablar con ella he hecho un viaje por Sevilla, Londres y Florencia. Que mi casa huele a su casa y que ya sé hacer puchero. Que gracias por saber dónde están las cosas bonitas y por conocer que pedal hay que pisar para acelerar y ponerse a ritmo del pelotón. Que gracias por darme a conocer los trucos mágicos de Padres. Y que, por supuesto, la quiero.
Tal y como yo lo siento, lo percibo y lo adivino, como Padre que soy, el amor incondicional y la psicología absoluta y certera de los llamados a ser guia de nuestros menores, es un bien que debería estar reconocido no solo en el corte inglés, ni en el registro civil, ni en las reuniones de los colegios, ni en nada que sea terrenal. Ser Padre o Madre es una divinidad propia de Dioses. Por la implicación, por el seguimiento continuo, por la entrega del alma, por lo visceral y por lo racional. Por la vida. Por darla, cuidarla y guiarla hasta el último suspiro.
Ya no voy a medio gas. Ya no tengo ni frio. Soy un hijo con un empujón certero dado por una Diosa del conocimiento. Y cuando me faltes… cuando me faltes… Qué va!!! Tu nunca me faltarás, estés donde estés. Ya sé hacer tu puchero
Gracias Mamá