miércoles, 24 de abril de 2013

EL FLAMENQUITO

Con esta nueva entrada solo pretendo ser claro, sin caer en excesos pedagógicos, ni querer llevar la razón sin derecho a réplica y mucho menos creerme maestro de nada. Nunca más lejos de la realidad. Solo pretendo aportar mi opinión sobre lo que acontece en mi profesión y en mi ciudad.

Siendo meridiano en mi escritura esta noche, quiero decir que estoy harto. Si, harto. Un hartazgo que puede con mi paciencia como profesional y como trabajador andaluz de la música. Es decir, para los que me quieran entender, digo andaluz porque nací aquí y así lo llevo a gala por cualquier lugar del mundo que me toque demostrar mi profesión y mi cultura. Y porque me duele mucho ver como se trata la música de mi ciudad. Porque el Arte no es de unos pocos, señores. El Arte es de todos y hay que saber disfrutarlo, valorarlo y cuidarlo. Y aquí parece que no nos enteramos...

Qué es eso de "flamenquito"? Qué es? Normalmente cuando alguien que no conoce el flamenco y me pregunta si yo hago flamenquito, lo acompaña con un movimiento de manos tipo un rajeo de guitarra o un chasquido de dedos. Imagino que querrá decir que si canto flamenco, no? Porqué ponerle un "ito" al flamenco? Si en cualquier tipo de medida el flamenco es Universal y Eterno. Manolo Caracol, Camarón de la Isla, Enrique Morente... ellos también hacían "flamenquito"?

No señores, no nos engañemos. El "flamenquito" no existe. Eso es un término que algunos han acuñado con la intención de esconder carencias o abanderar el "new age" del flamenco comercial. Y, desde mi humilde opinión, no le hacemos ningún favor a la profesión. En serio: No os suena "flamenquito" a algo escuálido, insustancial y vacio? Lo que la mayoría de cantantes de mi ciudad hacemos en los bares y en las fiestas es imitar, con salvedades evolutivas en el repertorio y en los arreglos musicales, a grupos como Los del Rio, Albahaca o Siempre Así. Y a cantantes como Maria Jimenez, José Manuel Soto o Bambino. Ellos nunca hablaron de "flamenquito", señores. O Rumbas o Sevillanas, pero nunca flamenquito. No nos hacemos ningún favor infravalorando lo que hacemos. Es como si a un arquitecto le decimos que lo que hace son "proyectitos" o a un Ingeniero de caminos que hace "carrilitos".

Ketama, La Barbería del Sur, Niña Pastori o incluso el propio Miguel Poveda se denominaron "Jóvenes Flamencos" o "Nuevo Flamenco". Con respeto, con nuevas ideas y con sentido. Así están donde están hoy en día. Es por eso por lo que no podemos quejarnos, Amigos y Compañeros. Tenemos lo que nos buscamos. Porque "flamenquito " no es nada y a nada lleva. Por eso pagan cada vez menos los contratantes, por eso canta todo el que sabe hacer el gesto del rajeo y el chasquido de dedos y por eso esto se va acabar. Por nuestras intenciones de ganar dinero fácil, por no decir que todo no vale, por no luchar en conjunto y dignificar el tiempo que le dedicamos a esta profesión y porque parece que nos da igual mientras haya un duro para ganar.

Porque hay que darle credibilidad a lo que hacemos, de la mejor manera que sepamos. Y el "flamenquito" no es nada, por lo cual no es creíble. Porque no solo hay que parecerlo. También hay que serlo. Esto es como el experimento de Josua Bell, el mejor violinista del mundo tocando en el metro de Washington durante una hora. En esa hora se detuvieron solo 6 personas a escucharlo y saco 32 dólares. Tocaba con un Stradivarius de 3'5 millones de dólares y dos días antes agotó localidades en el teatro de Boston a 100 dólares la butaca. Esto os lo dedico a vosotros queridos usuarios del "flamenquito". Para que lo penséis.

Si me permitís la licencia, un día un cantante de una orquesta  dijo que le encantaba el grupo Shalaura. Era uno de los vocalistas de la orquesta expresiones. Ese cantante, logró triunfar. Y sabéis por qué? Porque nunca dijo que era un "orquestillas". Era un cantante de orquesta y defendió delante de 14 millones de personas a su profesión y a su gremio.

Permitidme también defender la posición en la que quiero ser identificado. Yo soy Cantante. Y hago versiones por rumbas para que la gente disfrute y para llevar pan a mí casa. Y he cantado en las mejores salas de España diciendo que lo que hacía eran "Versiones por Rumbas". Y creo que hay que ser magnánimo con lo que hacemos para que los que vienen a disfrutarlo sepan realmente valorar lo que hacemos.

En esta feria pasada he tenido tiempo para darme cuenta y disfrutar que hay mucha gente que lo hace con actitud, con dedicación y con respeto. Gente que se han preocupado en ofrecer un servicio digno, incluso cuatriplicándose. Personas que, aunque su primera ocupación no sea la de cantar, han entendido que hacer disfrutar a las personas requiere de una compostura y un compromiso. He llegado a escuchar, incluso, que lo que ellos hacían no era flamenco, ni rumbas, ni sevillanas. Que lo que hacían era animar y hacer bailar a las personas. Y por mas dinero o por menos, lo han conseguido. Pero también he encontrado “mamarrachos de medio pelo” que no le hacen ningún favor a lo que me estoy viniendo a referir. Son esos que por dos platos de tortilla y dos jarras de rebujito, mas unos honorarios ínfimos, abanderan “el flamenquito power”. Y yo ni quiero pertenecer a ese grupo ni quiero que se le de cabida en mi ciudad. Porque al final, sabéis lo que pasa? Que todos vamos en el mismo saco. Y eso es como decir que Pavarotti y Tamara (la mala) son cantantes solistas. No, hombre no.

En resumidas cuentas, si no dignificamos nuestras ocupaciones laborales nosotros mismos, nadie lo hará. Y si hay que empezar por decir que “el flamenquito” es una patraña, se dice a ciencia cierta. Porque mas vale empezar a reconstruir lo que se ha derrumbado que dejarse llevar por la corriente. Y este rio de oportunidades baratas desembocará en un mar contaminado, sucio y no gustoso para el baño. Y lo digo para los que lo disfrutan. O un jamón bueno y en un plato limpio es igual de apetecible que uno seco y pasado y en plato de plástico? A que todo no vale?

Tomemos conciencia, Amigos. Lo limpio de nuestro trabajo, y con lo que el público se quedará, es el Arte en su máxima plenitud. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero dignifiquemos lo que hacemos llamándolo por su nombre, poniéndole los cinco sentidos y respetando al que contrata y a la profesión. No creo que sea tan difícil.

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